Antonia Torres


Biografía: Antonia Torres (Valdivia, Chile, 1975)
Es poeta, periodista y candidata a Magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea en la Universidad Austral de Chile. En poesía ha publicado Las Estaciones Aéreas (Ediciones Barba de Palo, Valdivia, 1999), Orillas de Tránsito (Ediciones Secretaría Regional Ministerial de Educación Región de Los Lagos. Santiago, 2003) e Inventario de equipaje (Cuarto Propio, Santiago 2006). También la antología Ocio increíble. Primer Concurso Nacional de Poesía Joven Enrique Lihn, selección y prólogo (Ediciones Barba de Palo y El Kultrún, Valdivia, 2000). Parte de su poesía aparece publicada en varias antologías, entre ellas Poesía para el siglo XXI. 25 poetas, 25 años (DIBAM, Santiago 1996), Poetas Jóvenes Chilenos (Ediciones LAR, Concepción, 1998), Antología de la Poesía Joven Chilena. Poesía de fin de siglo (Editorial Universitaria, Santiago, 1999), AlTiro. Panorama de la nueva poesía chilena ((Ediciones Vox, Bahía Blanca, Argentina, 2001), Diecinueve (poetas chilenos de los noventa) (J.C. Sáez Editori, Santiago, 2006). Su obra ha merecido algunos premios, entre los que se destaca en Primer Premio en el Segundo Concurso Regional de Poesía “Luis Oyarzún” 2003 de la Seremi de Educación de la Región de Los Lagos.

Meciona a:

Javier Bello
Clemente Riedemann
Verónica Jiménez
Elvira Hernández
Kurt Folch
Alejandra Del Río
Manuel Silva
Juan Cameron
Rosabetty Muñoz


Las Estaciones Aéreas

Ediciones Barba de Palo, 1999.

Segunda inmersión
Andre Racz en la memoria.

“La memoria arroja y deja en seco
una multitud de cosas retorcidas;
una rama retorcida en la playa,
devorada; lisa y pulida
como si el mundo rindiera
el secreto de su esqueleto,
rígido y blanco”.

T.S. Eliot


Llevarse de la vida solamente
algunos tesoros encontrados en la arena:
trozos flotantes, boyas de madera, brillantes colores
conchas, caracoles
los restos que sobreviven de un desastre náutico
los pequeños tesoros reunidos
cada verano
dispuestos a lo largo de la costa
para descifrar el paisaje.

Cada piedra tiene aquí su correspondencia
sus concavidades en mordisqueadas rocas
se coleccionan piezas, redes
en donde cada espacio vacío del rompecabezas
quema como la sal
en los surcos de las manos de los pescadores.

Sólo restos
pedazos dispersos de un libro benévolo
materia encontrada al azar para leer las señales
el íntimo mapa de la existencia.


Orillas de tránsito

Ediciones Seremi de Educación Región de Los Lagos, Santiago, 2003. Premio Regional de Poesía Luis Oyarzún 2003.


Pláticas

I

Nuestra conversación se vuelve
una sala de cine vaciándose lentamente
al terminar la película que nos deja inmóviles
mientras el acomodador nos mira ansioso
apurando la cháchara y el pasillo.

El espacio en blanco que media entre tu taza y la mía
(o entre un extremo y otro de la cama)
es un vacío, un silencio, un no-lugar
de esos que en las ciudades acumulan hiedra
basura
o crímenes.


II

Guardamos conversaciones

en cajas de cartón
selladas y empolvadas bajo las camas
entre nuestras ropas y en el desván.

Como el amante que guarda los recuerdos de la amada
pinches caracoles marinos piedras cartas semillas
fotografías tristes testimonios
en una caja de zapatos como ataúd:
el rito del entierro es el mismo.

***

Patios oscuros
breves tragaluces en que el sol apenas
alcanza en su oblicuidad
a entibiar la hiedra que sepulta
la fugaz niñez, recuerdo

allí
entre inusitado pasto y lápidas
jugamos a las bolitas o pedaleamos casi
una bicicleta que apenas se sostenía en pie
entre un extremo y otro del territorio.

Patios traseros
o laterales
una de las siete maravillas del mundo antiguo
cuyos jardines colgantes desafiábamos
con la mira de un juguete
ensayo precoz de las sucesivas muertes
que enfrentaríamos afuera

Patios breves
sombríos aleros de la casa de Dios,
la nuestra o la del vecino
tres cuartos de cemento y uno de prado
la mágica proporción del tedio.
Como en un ring
cada esquina es un aliento en donde crecen
pequeñas flores, heroicos brotes de resistencia vegetal.

Algo de terror habita en estos patios
la noche que sube en sus cañones, sube al sueño
las preguntas que cuelgan de sus jardines
tal vez el día entero pende de la verja
de pronto, el ladrido de los perros que nos ata al presente.

Sorprende el tránsito por esta zona oscura
en la que el sol ilumina a destellos
(igual que en mi memoria)
los rincones húmedos que habitan caracoles
musgos y chinitas.

Un muro lavado por la lluvia
ahuyenta a los intrusos.

El surco anaranjado que dibuja el zinc en el suelo
juego de saltos y números
lo mismo que afuera
luche o rayuela
seis, cinco
descanso
cuatro, tres
descanso
dos y uno:
la cuenta regresiva
para entrar al cielo.

***

Inventario de equipaje

Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2006 (en prensa).

Para Javier Bello

Sostener el cuerpo con palabras
como quien sostiene la bandeja del desayuno
en ascuas
esperando ser invitado a la ejecución o al banquete.

Sostener palabras con el cuerpo henchido
como se sostienen cartas, columnas o banderas.

Sostener un libro como predicador
cuando se lee, a solas, un poema en voz alta.

Así se sostiene el cuerpo:
con preñez y palabras
gruesas, delgadas
en aduanas y puertos

de este modo se declara el cuerpo:
inventario de equipaje, aunque ligero, una oración
o el denso humo de su quema.

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