Bárbara Délano



Bárbara Délano (O "una perla de luna que naufragó con el sol")

La noche de Valparaíso era una parranda rumorosa cuando encontré a la Bárbara esa última vez que me regaló el cielo iluminado de sus ojos. Estaba feliz, como si un carrusel de carnaval la girara por dentro en el bailongo del Cinzano que amenazaba lujuria, tango, bolero y la cumbia putinga asomando el ruedo del encaje porteño. Estaba contenta, como si un ramillete de luces la chispeara en la pista ebria de abrazos y encuentros con amigos que no veía tanto tiempo. Porque ella era así, un pájaro nómade siempre dispuesto a levantar el vuelo de Chile a México, a Perú, a donde la viajara su inquieto corazón de poeta.
La Bárbara se había formado en la errancia del exilio, cuando junto a su familia tuvo que dejar este suelo. Y por años fue ejerciendo el oficio de poeta en los continuos cambios que sufría su vida de joven comunista. Formada en la Jota, su cabellera dorada resaltaba en los cuadros de camisas amaranto que vestían los muchachos del partido. Y la Bárbara era tan bella, una verdadera muñeca nacida para una corona, por eso fue elegida reina de las Juventudes Comunistas, cuando los chicos jotosos se daban tiempo para jugar en medio del apuro contingente de esos días.
Ella se había casado tan joven con el marxismo y tan pendeja ofreció la diadema de su juventud a la causa del proletariado. Se saltó las páginas más frescas de su agitada existencia en reuniones, mítines, emergencias y discursos serios que prohibían los cosméticos en el partido, que prohibían la marihuana en el partido, que miraban con reprobación el rock en el partido. Y era una época difícil para ser joven militante, donde la libertad personal estaba al servicio de la panfleteada causa social. Acaso por eso la Bárbara decidió casarse nuevamente, esta vez con un compañero de fila, su marido que la acompañó por varios años en su político y poético peregrinar. La pareja se veía tan unida a comienzos de los ochenta, en las peñas, en el Coordinador, en la Sociedad de Escritores, donde usábamos la chapa cultural para contagiar el desacato.Tal vez por esa imagen, cuando la encontré en Valparaíso en los noventa, le pregunté por su marido. Y ella echándose aire con una servilleta me dijo con soltura estoy libre. Por fin estoy libre. Y yo entendí en esas palabras que por fin la Bárbara había soltado sus amarras militantes y conyugales y se disponía a recuperar las flores ajadas de su adolescencia. Todavía estoy bien, me dijo coqueta, al tiempo que sus ojos soñadores se vidriaban azules en el brindar de las copas. Y era cierto, aún era una chiquilla, quebrada, pero dispuesta siempre a los filos trasnochados del verbo amor. Esa noche en el Bar Cinzano, la Bárbara era sólo ojos y una soltura menguante la desmadejaba en la pista rumbera, donde se cimbreaba la proeza de esperar el amanecer en el humo cieno del puerto cachero.
Desde entonces la encontré una vez más en la Feria del Libro y luego, tan pronto y de improviso, la noticia amarga de su partida en el vuelo sin retorno de Aero Perú. Entre las víctimas de aquel accidente estaba nuestra Bárbara, venía de México, pero un devenir fatal le cambió el itinerario y la hizo detenerse en Lima. Y luego, cuando despegó el boeing hacia Chile, ella pensó que en algunas horas la nube rancia de Santiago le daría la bienvenida, pero no fue así, porque el aparato se hundió en el Pacífico, sepultando a todos los pasajeros en la profundidad de las aguas celestes.
Hasta hoy el cuerpo de Bárbara no ha sido encontrado ni la mar mezquina lo ha devuelto y es posible que navegue por los acantilados submarinos, buscando su perla lunera que en el vuelo de aquella tarde naufragó con el sol.

Pedro Lemebel






No Lloverá Más, postal autografiada de la vedette y couplé María Tubau, durante su visita a México a principios de siglo.
“Fui diosa fui reina”
Lilian Fernández Hall



Bárbara Délano nació en Santiago de Chile el 17 de octubre de 1961, hija de María Luisa Azócar, psicóloga y poeta, y de Poli Délano, escritor, autor de más de veinte libros y figura destacada de la vida literaria chilena. Nieta además del escritor, periodista y diplomático Luis Enrique Délano, a quien le unió un profundo afecto. Fue a su abuelo a quien Bárbara le dedicó su primer poema, a los ocho años. Éste sería publicado en el periódico La Última Hora, dando testimonio de su temprana afición a la poesía.
Bárbara creció en el barrio de Valencia, en Ñuñoa, pero pasó largas temporadas, sobre todo los veranos, en la casa familiar en el balneario de Cartagena, compartiendo con su hermana Viviana aventuras y descubrimientos de todo tipo, como lo recuerda en su poema “Verano” (“El agua es un terciopelo / que lame nuestras piernas / con suaves olas de cristal”, p. 156.1 Durante su infancia viajó mucho, acompañando a sus padres por diversos países de Europa y de África, así como distintas regiones de México. Allí termina sus estudios secundarios y se decide a retornar a su país natal para iniciar la Licenciatura en Letras Hispanoamericanas en la Universidad de Chile. Desde muy joven, Bárbara dedicó todo su tiempo a sus dos pasiones: la literatura y la política. Tempranamente ingresó en la Federación Juvenil Comunista y mostró un compromiso político muy intenso. Con el paso de los años, Bárbara se distanció de las ortodoxias y, aunque se mantuvo fiel a sus ideales, siempre estuvo alejada de cualquier dogmatismo e intolerancia.
En 1982 vuelve a México, donde cursa la carrera de Sociología en la Universidad Autónoma de México (Unam), en la cual se tituló cinco años después, obteniendo la medalla Gabino Barreda para estudiantes sobresalientes. Para esa época colabora en la revista La Brújula en el Bolsillo y en Plural, suplemento del diario El Excelsior, dirigido por el poeta argentino Jorge Boccanera. En 1988 regresa a Chile y entra a trabajar en el Centro de Estudios de la Mujer. Publica el libro de investigación Asedio sexual en el trabajo, junto con Rosalba Tadaro. Paralelamente continúa con su trabajo literario, y recibe la beca del primer taller de poesía de la Fundación Pablo Neruda. Durante muchos años oscila entre Chile y México, donde finalmente se asentaría en 1992, cuando empieza a trabajar en la Procuraduría Agraria como directora del área de Comunicación Social. En 1995 inicia una maestría en Ediciones en la Universidad de Guadalajara.
A principios de octubre de 1996, decide dar una sorpresa a sus padres y viajar a Santiago. Hace una escala en Lima, para visitar a algunos amigos queridos. Se encuentra con el poeta peruano Antonio Cisneros, viejo amigo de la familia, y, junto con algunas personas más, entre ellas Carolina Teiller, hija del poeta chileno Jorge Teiller, visitan la cevichería Canta Rana en El Barranco. Allí, alguien le cuenta que hacía dos siglos, el escritor Herman Melville había grabado su nombre en uno de los mesones de madera de un bar de El Callao. Bárbara no puede resistir la tentación y, con un cuchillo, graba también el suyo. Al día siguiente, el poeta Cisneros la despide en el aeropuerto de Lima. Allí, Bárbara aborda el fatídico Boeing 757-200 de Aero Perú, que se estrellaría en el Océano Pacífico a poco de salir de Lima, dejando un saldo de 70 víctimas. El cuerpo de Bárbara nunca se recuperó.
En el recuerdo de todos los que la conocieron, queda la imagen de Bárbara detenida en esa edad magnífica de su último viaje. Como ella misma lo diría:



Tengo la edad de los mangos
amontonados en las escaleras
con sus jugosas texturas amarillas(...)
Tengo mañanas amontonadas en hileras luminosas
despertares húmedos y nocturnospor cáñamos rojizos(...)
Tengo la edad que se hace con la piedra y el barrola edad del eclipse
de sueños como grandes limoneros
como el olor dulzón pesado de la marihuana (p. 125)
Poesía:



De Baño de mujeres



QUEMADA RAJADA HIRSUTA
LLENADA DE SEMENES
SIN MADRE NI PADRE
CORRIDA DE MANO HASTIADA FÉTIDA
ME LAVO EL HUMO DE LOS CIGARROS AJENOS
***


LAS DESCREÍDAS SOMOS
EN ESTE PARAJE LAS BURLADAS
ESCARNIO HICIERON DE NUESTROS CUERPOS
Y DE NUESTROS SUEÑOS TAMBIÉN
***
MÍRANOS SEÑOR TODA LA DESNUDEZ
TODO EL DESAMPARO
LA INCREDULIDAD
ODIO ESTOS CAMPOS CERCADOS
SÓLO LA VOLADURA
DE TUS OJOS RASGADOS MAPUCHITA
MAPUCHITA DE MI CORAZÓN
***
“Y cayó y tuvimos que marchar...”
Nos habían dejado sin casa
sin sueños
sin escuela y nuestros padres se fueron
y los vecinos se arrinconaron en sus cocinas
y cuando llegaron a preguntarles dieron nombres
y entonces fueron a nuestras casas
Muchas veces entraron con sus mascarillas
se sentaron en la sala a hacer preguntas
revisaron la alacena y los cajones
dejaron todo desparramado
Dijeron que era rutina
La rutina duró años
Y tuvimos que cambiar de nombre
dar claves telefónicas a los amigos
juntarnos en las esquinas oscuras
(...)



Acerca del poeta

Los soles al chocar
dejaban su estela innumerable de sonidos
que el hombre nunca pudo oírlos planetas rotaron
y el mar dando vueltas
extrañamente nunca se caía
Los hombres seguían levantando
sus manos extendidas sobre el cielo
Los dedos de las mujerestocaban el vientre de sus hijos
y ellos besaron largas noches
los pechos de luna donde se bañaban
las sirenas y los delfines ciegos
Nunca vimos un atardecer en Marte
Los días pasaban
rigurosamente
El tiempo seguía dentro de los caracoles
ascendiendo y descendiendo su fatal escala

Nadie sabía los nombres de las cosas
y cuando se dijo atrás
se disparaba a un hombre
y cuando se dijo mano
caía un pájaro
y cuando se dijo tierra
sonó un mar de huesos y calaveras
fue el poeta el que le puso nombre a las cosas
y las cosas desde entonces fueron dóciles y amargas
y amigas del hombre
y se dijo harina
y hubo pan
y se dijo bomba
y fue Hiroshima
y se dijo beso y hubo bocas
desde entonces las cosas vivieron
y bailaron con el hombre durante los siglos
y vino el poeta y presenciamos el atardecer más rojo
de Marte
y cada vez que chocó una estrella con un cometa
escuchamos un ruido de papel arrugado

Si hay algo aquí adentro
que venga un poeta y se siente a la mesa
que venga un poeta y encienda la luz y busque el volcán
si alguna palabra queda por decir
que venga el poeta y tome desayuno
y dé besos y haga espejos de cada pupila rota y amarilla

Un globo roto en las manos de un niño
un auto que se detiene
un hombre que muere
una mujer compra el pan
cinco hombres se mueren
una bibliotecaria hace ssshht
treinta hombres asesinados
un obrero se arremanga la camisa
cincuenta hombres desaparecidos
una hoja cae de un árbol
el poeta da el último grito
sus amigos aúllan como una sirena
camino al cementerio
y las cosas ahí se quedaron
esperando que su mano resucite
para que este globo pájaro
siga aleteando como un feto de gorrión
en el espacio celeste
(de "Revista Pasquín", UEJ, 1979)

4 comentarios:

Claudia dijo...

Bárbara es todo un descubrimiento poético, es espontánea y luminosa, impredescible y aérea. Quiero hablar con ella en sueños.

Claudia dijo...

gracias a Pedro Lemebel por la crónica

Ana Rosa Bustamante M. dijo...

qué hermosa prosa, qué sensible y estremecedora como si fuera hoy, bella como la poesía de Bárbara, gracias Pedro, gracias Bárbara por eso versos que te llevaste a mostrar a Alfonsina...

Unknown dijo...

Grande y misteriosa eres BÁRBARA!!!