Matías Ellicker




En octubre de 2010 apareció su primer poemario: Derechos y Libertad de los Motociclistas (La Ratona Cartonera, México). Participó en lecturas públicas en aquél país, en 2006 y 2007, en Casa del lago y el Foro Alicia. En 2009 fue antologado en Los broches mayores del sonido (Fondo Editorial de Cultura Peruana), conmemoración de los cuarenta años de Hora Zero, invitado por el poeta Tulio Mora, que integra dicho movimiento desde sus orígenes.  

Afinidades electivas:

Manuel Illanes
Alexis Castillo
José Rodríguez
Fernando Cacho
Kato Ramone
Alejandro Zambra

Poesía:


OTRA HISTORIA VIOLENTA

Venían por el sendero empuñando hachas por sobre
sus cabezas, y los faros de un sedán al tomar la curva
arrancaron destellos plateados de sus hojas. Hasta entonces
no los habíamos visto, estábamos en paz. Pero luego,
aunque acababa de encenderlos, el dependiente
apagó los reflectores de la fachada y desconectó
la máquina de discos, y nos pidió que hiciéramos lo mismo
con las velas que flameaban en cada una de las mesas.
Yo pedí un deseo al soplar la mía, y de golpe me sentí viejo.
Una estrella apareció sobre el aserradero. Comenzaron los hachazos.


VICIO Y VIRTUD

Te sucederá también una noche, cuando joven,
ver el último halo de conciencia deslizarse
por la oscura rama recortada en el relámpago
y luego de horas sólo dar con la pobre metáfora
de una aristócrata en ruinas entregando su anillo
en una casa de empeños, demorándose por la artritis
o los sabañones, no sé, pero un halo deslizándose 
en el vacío trepidante que deja el trueno,
cuando el gallo –otra pobre metáfora–
se provee de vicio y virtud y no podría soportar
una mente bendecida por el conocimiento.
Y te sucederá no sólo una noche, sino cientos,
descubrir que la noche es ya una luz cruda
desperezando cuervos en los nichos inalcanzables
de santos inalcanzables, cuervos que sin vanidad
ocultan sanguinarios y penetrantes ojos
entre profundas plumas azul cobalto. 



LAS DIESTRAS EN QUE CONFIÁBAMOS

Las diestras en que confiábamos
pusieron sus nombres en las listas de caridad
pero luego enviaron un mendrugo de pan agusanado 
envuelto en cintas transparentes
Las diestras en que confiábamos
se lavaron con agua bendita tras hundirse en el flanco del Cristo
y palmearon las charreteras de los altos comandos
charreteras que cegaban el tránsito de los caballos
Las diestras en que confiábamos
firmaron millones de cheques en la oscuridad
para hombres y corporaciones que dijeron odiar en lo claro
Las diestras en que confiábamos
tienen gente que lustra sus zapatos y anuda sus cordones
tal como ellas lustran los zapatos y anudan los cordones
de los que están un peldaño más arriba en la pirámide
Las diestras en que confiábamos
abrieron la aljaba, eligieron la más pulida flecha
y dieron en el blanco de todos los leales juramentos
Las diestras en que confiábamos
jamás se estrechan entre sí
pero a veces entrechocan copas rebosantes de sangre
Las diestras en que confiábamos
confeccionaron un látigo de amenazas que confeccionó
un discurso de mentiras que las llevó a cocer
el último ladrillo en la catedral de nuestras lágrimas
Las diestras en que confiábamos
acarician nuevos F-16 tanques dados de baja por el Primer Mundo
como si acariciaran el flanco de alguno de sus caballos 
y acarician a sus caballos como si acariciaran a sus hijos
los hijos que no acarician más desde que en ellas confiamos
Las diestras en que confiábamos
una vez envejecen en el río de los años
escriben biografías escandalosas
que hacen de Roma un apacible jardín
y escriben guiones para televisión
que les permiten estrechar la helada y brillante mano de la fama
Las diestras en que confiábamos
cosen sus labios y lamentan entre murmullos
que la fama no sea ya lo que cantó Shakespeare
pero detrás de sus labios hay un lobo arrodillado
pero dentro de los bolsillos hay chispas
que hacen con las monedas
recién escupidas por el Banco del Estado
Las diestras en que confiábamos
pasan con un bostezo las páginas nacionales e internacionales
pero se tensan poco a poco y acaban en un franco temblor
al llegar a los valores de la Bolsa
Las diestras en que confiábamos
se llevan pastillas a la boca
que de sólo desear nos significarían excomunión y cárcel
Las diestras en que confiábamos
abren un clóset como el de C. S. Lewis
y sacan un abrigo de piel distinto cada noche
y después de frotar y frotar una verga muerta 
lo arrojan a las patas de la cama
y la vida y los sesos que esos abrigos contenían 
se esparcen por la alfombra como joyas
joyas que no saben que son joyas 
Y llegamos así a otra noche sin estrellas  
aunque nada oculte el cielo
pues además de todo lo dicho
empuñaron hachas y talaron el bosque
las diestras en que confiábamos. 


PEANES Y CANTINAS Y TRENOS

Nunca tan orgulloso como en la hora de su perdición.
Malcolm Lowry
                                  
No es mi rostro el que cuelga a lo largo del Palacio de Cortés
dispuesto a boxear con quien sea en la Arena
ni es mi nombre el que yace bajo los obituarios
envolviendo hígados y pescado crudo esta mañana  
no estoy en este sombrío cuarto de hotel
oyendo los aullidos de las patrullas
reclinado en una silla de mimbre con un rifle entre las manos
ni es humo lo que emerge del cráneo abierto de esta mujer
dispersándose hacia la calle al llegar a las hélices
no fue la calefacción deficiente la razón de herirnos así
ni llamé a recepción poco antes de medianoche
exigiendo el mejor tequila, joven, y la cena más humilde
no yo no fui el que descolgó el teléfono y marcó
después de equilibrar el pulso mientras ella
sollozaba de felicidad envolviendo mi puño en una gasa
y los fragmentos de espejo caían alrededor del tocador
donde escribí peanes y cantinas y trenos en vano en vano y en vano  
yo no recogí no lo recuerdo a ninguna creyente en la última cantina
tras oír la sórdida ternura de taxistas lustradores mariachis
avionetas sobrevolando llanuras en llamas
cañones avanzando sin freno por todos los frentes
ni rompí su delicada blusa en el portal de la iglesia
mordiendo sus pezones hasta hacerlos sangrar
con futuros sacerdotes soñando prostitución y dados
y mendigos susurrando como hienas en las arcadas
ser bastardos ilustres de viejos buscadores de oro   
no es cierto tampoco que haya llegado a esta celda por ebriedad
con dos indios harapientos acariciando la misma gallina
acurrucados en el sitio exacto donde depositaron
sus excrementos y azadas
ni caminé por ninguna carretera soltando blasfemias
pidiéndole por Dios a Dios un par de zapatos nuevos
ni desperté en ninguna zanja cerca de qué plantación
con ocho anillos de plata destellando arriba
sosteniendo para la salvación de mi alma
un interminable libro de himnos
ni estoy en un tren de mercancías que alcancé corriendo
mientras astillas de fuego brotaban de los rieles
y el vino se me iba derramando entre los brazos
como todos hemos de volver a derramarnos algún día
no estoy en esta cabaña de troncos junto al lago
incendiándose y construyéndose y volviendo a incendiarse
donde a veces cuando nieva dejo entrar a los lobos
para que juzguen con autoridad mis versos
la verdad es que nunca amé aquí a nadie ninguna mujer
limpió mis vómitos o me revolvió el pelo con sus dedos
diciendo Eternamente Lo Juro
de hecho lo único que yo recuerdo es esto:
El capitán había anunciado tormenta pero ni él mismo
se lo tomó en serio. La tormenta fue cierta. Y yo estaba
junto al mástil, con una navaja y una cuerda a mis pies,
oyendo a través de las sonrisas muertas de mis compañeros
el irresistible canto de las sirenas.      

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